martes, 27 de abril de 2010
También
El Ruso está intentando denodadamente interesar a Clara, la joven lejano origen italiano, en la virtudes de la revolución socialista con sus valores igualitarios, de modo especial, igualitarios entre los sexos, o sea, que el Ruso está intentando levantarse a la piba como sea. Ruggiero ya me ha cansado. Bebe, demasiado, se retira al baño, toma un pase, vuelve del baño, habla hasta por los codos, dispersa su atención, vuelve a beber, bebe, demasiado y sigue el círculo vicioso. No puedo ni pensar en Víctor que está detrás de Estela por toda la casa, es… Sí, resulta un poco sobreprotector, da la sensación que la asfixia, pero, quizás ella disfrute de tenerlo como perro ladero, serían algo así como algún tipo compatible de neurosis… ¿Soy original? No, no, eso de las neurosis compatibles lo saque de alguna película de Woody Allen, estoy casi seguro. Me aburro, me aburro de sobremanera.
- ¿Cabizbajo, Marcos…? – escucho la cimbreante voz de la Turca mientras desliza sus tetas, sus maravillosas, macizas y voluptuosas tetas por mi espalda
- Naa… Aburrido, nomás – digo sin girar ni apartar la vista del trago de ginebra que tengo enfrente
- ¿Aburrido? – deletrea en un susurro
- Un poco, nada más un poco – giro apenas la cabeza para toparme con esos enormes ojos verdes que resaltan su piel trigueña
- ¿Te puedo ayudar con eso? – dice a un palmo de distancia de mi boca
- No… No podés… – mantengo el palmo de distancia – No podés más que aburrirme un poquito más, Turca, aburrirme
Creo que me putea pero no presto atención, todos mis sentidos se dirigen hacia la joven de lejano origen italiano, con alguna excusa logró deshacerse del Ruso y escapa con rumbo errático, apuro el trago y la acecho a distancia. Es una vieja casa chorizo que alquilan Ruggiero y ese par de merqueros que nunca recuerdo el nombre, está bastante deteriorada y deben pagar dos mangos, pero es una ruina cálida, quizás porque Ruggiero la usa como local de la Agrupación, quizás porque siempre se sabe que hay alguien allí, aunque no sepas de quién se trata ni quién es. Una de las habitaciones está adaptada como una suerte de biblioteca popular dónde se puede encontrar desde la última edición de Playboy hasta una compilación de poesía africana, ella se detiene allí.
- Esta es la biblioteca pública y privada de Ruggiero…
Se sobresalta, no se había dado o finge no haberse dado cuenta de que la seguía.
- ¿Ruggiero?
- Sí… El anfitrión… El muchacho que estaba junto a mí cuando nos presentó el Ruso…
- Ah… ¿Y de dónde conocés a los chicos?
- ¿Chicos…? Me haces entrar en razón de los años que tengo… Sí, ya son chicos…
- No, no… No quise…
Me río y contesta con una risa.
- ¿Cómo conocí a los chicos?
- Sí, eso… Te preguntaba eso
- Son conocidos de algunos viejos compañeros del Partido…
- ¿Del Partido?
- Sí… No siempre escribí… Bah… Siempre escribí, no siempre fue mi ocupación principal, mili…
Comienza a revisar la estantería… La estoy perdiendo, la estoy perdiendo… Cambiemos de tema.
- Bueno, militaba en un partido político, ellos conocían a los chicos, yo conocí a los chicos, pegamos onda y me invitaron a dar esta charla…
- Ajá…
¿Qué parte no entiendo que la estoy perdiendo? ¿Podríamos cambiar de tema?
- ¿Y, vos…? ¿Por qué viniste a la charla?
- ¿Yo…?
- Sí… ¿Vos?
- Me interesó…
Se que está mintiendo, le importa tres pepinos la relación entre la literatura y el compromiso político, le gusta codearse con los zurdos intelectuales pero la aburren, se notaba ante cada avance del Ruso.
- ¿Te digo la verdad?
- ¿La verdad...?
- Sí… No tenés el perfil de estas charlas
- ¿Perfil? – su voz toma un sarcasmo que no es propio de su edad
- Sí, perfil… Te explico, en estas charlas suele haber una suerte de ambiente digamos que psicobolche caracterizado por creer que la revolución tiene cierta relación íntima con la falta de higiene personal y, en general, de cuidado estético. Lo cual, con total claridad, no es tu caso…
- ¿Te parece? – me encanta ese tono desafiante con que se acerca a mí
- Total y absolutamente.
- Quizás sea… Siguiendo tu teoría. Quizás sea que hoy me bañé y me vestí con cierta pulcritud porque tenía una entrevista laboral. ¿Podría ser? – el sarcasmo me excita de por sí, pero si va acompañado de una sonrisa irónica y esa meticulosamente cuidada toma de distancia que es su nuevo giro hacia la biblioteca, si se acompaña así, no sólo me excita, sino que moviliza hasta el confín más insensible de mi libido.
- Pero… – me pongo justo detrás de ella, casi encerrándola contra la estantería - ¿No? No había entrevista laboral previa
Juguetea con los libros y se vuelve hacia mí, apenas tiene espacio, siento el abrupto fluir de la adrenalina por mi cuerpo.
- Leí tu novela… Quería saber quién eras…
- ¿Y te gustó…?
Un silencio
- ¿Te gustó la novela, digo?
El silencio se extiende otra ínfima e inabarcable fracción de tiempo
- También – contesta
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