miércoles, 21 de abril de 2010

Más realidad que la realidad

Posted on 7:57 by Jorge

Contempla el vaso de agua para comprobar un cierto temblor, aquel viejo tic nervioso se repite haciendo que la pierna derecha se agite incesantemente. Resulta casi imperceptible, pero la leve vibración se delata en el vaso de agua, ondulaciones leves, pero ondulaciones que existen, casi imperceptibles, pero que el observador avezado puede distinguir con un poco de paciencia. Marcos traga saliva e intenta argumentar.


- ¿Qué es el arte? ¿Qué es la literatura? – deja que sus ojos abandonen lentamente ese punto abstracto de la mesa sobre el que se posaban para buscar un rostro en el auditorio donde objetivar sus palabras – Si alguien lo sabe, pues mis más sinceras felicitaciones, es algo que yo aún no he podido dilucidar.


Sus ojos se posan sobre una muchacha de veinte o veintitantos, la piel blanca y el cabello castaño que adivina caer sobre su espalda revelan un lejano origen en el norte italiano. Hace una pausa, el suficiente tiempo para comprobar la incomodidad de mantenerse sentado en este atrio que han improvisado en el salón de la Facultad, decide que prefiere levantarse, buscar una cercanía a ese auditorio que parece prestarle una atención innecesaria, o, al menos, que él juzga excesiva.


- He asumido, no sin ciertas dudas, que hay una… – dice mientras va acortando distancias con el auditorio y, especialmente, con la joven de origen italiano – Hay una cierta e íntima relación con la pasión. Si hay arte, si hay literatura, es que en algún… ¿En algún instante? Sí, en algún instante ha existido un rapto de pasión que queda impreso, quizás atrapado, en la confección de la obra. Benjamin, el pensador alemán, lo llamaba el “aura”, un cierto aquí y ahora de la creación artística que ha quedado plasmado a modo indivisible en la realización concreta, ello nos trae a categorías tan poco asibles como la inspiración. ¿Qué es la inspiración? Es un rapto de pasión desbocado que el genio artístico puede traducir en la obra concreta.


Respira y retrocede sobre sus pasos, toma el vaso de agua y apura un trago, sus propias ansias le han secado la garganta.


- Esto nos trae a la noción de la suprarrealidad, aquel concepto del surrealismo. Quién de aquí se haya interesado en la política, y, asumiendo que esta charla versa sobre las relaciones entre literatura y política, sospecho, fundadamente, que son varios los que entre ustedes tienen alguna noción del tema. En fin, seguramente, saben aquella máxima de Juan Domingo Perón: “La única verdad es la realidad”. Bueno, fuera del análisis político coyuntural y específico, podemos decir que la generalización de semejante cosa no es sólo una soberana zoncera, sino una brutal estupidez. La realidad no existe, la realidad es un discurso que elaboramos, es una percepción subjetiva socializada, lo que llamamos realidad no es otra cosa que una imposición y, en definitiva, un invento, es decir, una construcción humana. Con ello rompen los surrealistas creando esta categoría de la Suprarrealidad. ¿Qué es la suprarrealidad? Pues es más realidad que la realidad. La realidad es un ocultamiento, una castración de nuevas posibilidades perceptivas, algo que no es impuesto en el proceso de nuestra socialización, lo cual, sucede en aulas como esta, pero, también, desde una edad más temprana. Cada instancia de escolaridad, cada instancia del aparato de reproducción ideológica de la dominación, empezando por su estructura más básica que es la familia, la acción de cada una de esas instancias represivas sobre nosotros es lo que nos ha alienado, cegándonos y castrando nuestros sentidos, haciéndonos aceptar como borregos que la única verdad es la realidad. No hay nada más falso, es que la realidad, sencillamente, no existe.


Camina hasta el fondo del salón, no puede evitar reflexionar, después de todo, él está tan alienado como el resto y se le ha enseñado a racionalizar sistemáticamente, asume que esta caminata responde a su ansia iconoclasta, romper esquemas por el sólo hecho de romperlos y demostrar su banal futilidad, divagando sobre esto llega hasta el fondo del salón y retoma su exposición.


- Pero buscábamos explicarnos qué es la suprarrealidad. La suprarrealidad es algo que está más allá del discurso que llamamos realidad. ¡Atentos! Incluye la realidad, pues, por más falsa que sea, es algo que experimentamos y que nos atraviesa de modo inevitable, es decir, nuestra propia interacción con ella hace real a la realidad, no otra cosa. Pero esto no basta, esto no basta para explicar el logos que nos rodea, sino que son necesarias otras percepciones que actúan conjugadas con la realidad. Eso que los psicoanalistas llaman inconsciente, ese es el reducto que nos permite denunciar la intrínseca irrealidad de la realidad. Bueno, bueno… Esos charlatanes de feria, es decir, los psicoanalistas, buscan racionalizar las percepciones que fluyen del inconsciente, en otros términos, subordinarlo a la realidad, pero… En fin, sabemos que estos tipos no son otra cosa que el sustituto contemporáneo a los chamanes y demás runfla de curanderos, sacerdotes y presbíteros. La locura no es una enfermedad, es un rasgo de salud social, la percepción que no logra cauce sobre las contradicciones entre realidad y logos.


Respira y advierte que ha desandado sus pasos, nuevamente se encuentra junto al atrio improvisado, en el preciso instante que por sus cuerdas vocales comienza a rugir una arenga.


- Los raptos de locura, los sueños, el breve y trascendental trance en que nos sumerge el éxtasis sexual, esos instantes nos empujan a comprobar la insuficiencia de la realidad, su ausencia de previsiones para explicar, racionalizar, todo aquello que no resulta funcional al modo de producción que se nos ha impuesto. ¡La pasión! La pura y simple pasión, estimados míos, es la llave exacta que nos libera de las ataduras. Ese instante de pasión pura que empuja al artista, esa inabarcable inspiración, el instante aúrico de Benjamin, eso, estimados míos, eso nos libera, nos disocia de ese letargo soporífero de la realidad impuesta y construida, nos deja ante la inmensa posibilidad del vacío, del puro y auspicioso vacío, donde nada hay, donde todo puede construirse, donde no hay sueño imposible ni regla invencible, es la implacable belleza de la nada. Una página en blanco, un lienzo virgen donde construir una verdad a nuestro antojo, una verdad de libertad y dignidad, de justicia, donde la pasión y el placer humano puedan transitar descarrilados. Esa, estimados míos, precisamente esa es la función del arte, de la literatura… Surgir de las profundidades de lo negado, surgir desde allí para tornarse en una experiencia palpable que se nos hace aprehensible en esta realidad construida y falsa…


Busca aliento, inhala profundamente y bajando el tono de la voz prosigue con los ojos fijos en la muchacha de lejano origen italiano.


- Disculpen mis prestigiosos colegas que precedieron en el uso de la palabra, no tengo ni su prestigio ni su experiencia, pero sé, muy bien, demasiado bien, que sólo hay buena literatura si se socializa el rapto de pasión que nos impulsa, si lo extiende, si llega a otros esta denuncia… Esta denuncia… Que la realidad no es más que mala literatura.

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