domingo, 7 de marzo de 2010
Un reflejo
Dicen que Tractor es gamba, siempre habla con los nuevitos, dice como son las cosas “pa’ que aprendan rápido y no se manden cagadas”. Dicen que Tractor es bien concreto, no le da vueltas y sabe todo de cómo se tiene que laburar, pero, incluso él, a veces, en ocasiones, duerme y sus propias instrucciones se le olvidan.
La piba es bonita, dulce, una veinteañera simpática, Tractor está sin pique y anda un poco más susceptible a la primera sonrisa femenina. “Negro, hasta el más curtido se ablanda cuando la prenda sonríe lindo”, siempre le dice al operador. Así, le importa poco tener que llevarla hasta Pineda y Crotone, le resbala que el lugar sea pesado y la cabeza se le nubla en esa sonrisa… “Doce”, le dice, la piba paga con dos de cinco y uno de dos, Tractor le agradece por el cambio, se queda un segundo de más, le cuenta que hoy le volaron todos los billetes chicos, intercambian sonrisas...
Mil veces le ha dicho a los novatos: “Cuando vas a un lugar denso… Primero, pispeá bien alrededor de donde vas a dejar al pasajero, aseguráte que no haya nada raro o que te llame la atención, después frená, meté la primera, cazá la guita y salí arando por la vía más despejada, no te entretengas con nada…” Pero hoy, Tractor, se detiene para ver como la piba se aleja sonriente, piensa en decirle algo, en… Hasta que siente como un murmullo, un sonido que se incrementa y hasta que ve la faca entrando por la ventanilla del conductor… “Dame la guita, dame la guita…” Parece que sólo sabe decir el cuerpo que sostiene de la faca y le retiene el brazo izquierdo junto a los tres que lo secundan, Tractor siente como si no existieran los diez centímetros que separan faca y cogote… ¿Un milésima de segundo? Es menos de un instante, pero parece toda la eternidad junta, el tiempo que transcurre de duda hasta que Tractor vuelca todo su cuerpo a la derecha y acelera sin ver, rápido se incorpora, justo a tiempo para ver la zanja y pegar el volantazo que la esquive, el volantazo es muy intenso y lo lleva directo hacia la otra zanja, un nuevo toque y logra enderezar antes de morder y quedarse clavado, tiene la sensación que al menos una rueda ha pasado en el aire, por sobre la zanja, siente que la violenta aceleración lo salvó de quedarse clavado ahí y perder feo…
Un reflejo le hizo dejar puesta la primera, mientras escapa recuerda la conversión con el nuevito: “Tenés que manejar como se respira, simplemente como algo que no podés dejar de hacer, porque… Porque si no, vas muerto”
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