lunes, 22 de marzo de 2010

Sólo es curiosidad

Posted on 2:44 by Jorge

El Payaso se harta pronto de deambular entre los Cuerpos, sin embargo, necesita moverse, caminar… Ya apenas si soporta el encierro en el Exterior, más intolerable es aún en los escasos doce metros cuadrados de su habitación, choca, una y otra vez, con los Cuerpos, tal como ellos hacen entre sí, sabe que lo raído de sus ropas simulan mejor que su propia piel la textura de la carne magra y suavemente salada de los Cuerpos, pasa desapercibido entre ellos, hasta ha vuelto su andar en errático y torpe, apenas deslizando los pies, incluso su respiración se vuelve casi tan forzada como la de ellos por el pompón rojizo que usa. No teme, es más, nunca ha tenido motivo para temer, a veces le parece que los Cuerpos son sencillamente incapaces de cualquier sensibilidad, que simplemente no pueden hacer más que deambular impertérritos sin que nada llame su atención, tan sólo siguen una suerte de impulso que los lleva a las tiendas y luego los hace retornar a sus frías habitaciones en las moles grises de cemento que habitan.

¿Qué harán allí? ¿Qué harán en el interior de sus habitaciones? El Payaso se lo ha preguntado varias veces, pero nunca ha sentido la suficiente curiosidad para observar dentro de una sus habitaciones. ¿Es sólo cierta falta de curiosidad? ¿O será algún temor? “No, no es temor”, murmura el Payaso entredientes, murmura tan bajo que resulta casi imperceptible para sí mismo, el murmullo resulta casi un suspiro, así debe ser si quiere que los Cuerpos sigan sin percibirlo, otras veces no resistió el impulso de gritar y notó como ellos parecieran salir de su constante impavidez y exaltarse, lanzan esos sonidos agudos que dañan sus oídos, rasgan sus propias carnes, como si voz los dañará tanto como esos agudos sonidos que emiten… No, tampoco le da temor, más parece que los atemorizados son ellos, sin embargo, la situación lo desespera, lo invade el impulso de correr hasta llegar a los escasos doce metros cuadrados de su habitación, clausurar la puerta y la ventana con los paneles de ese material que descubrió impide que el sonido de el Exterior lo traspase y quedarse allí hasta que todo el ruido cese. “Mucho ruido, demasiado ruido”, vuelve a murmurar.

Nunca ha sentido suficiente curiosidad, solamente es eso, sin embargo, en alguna que otra ocasión ha alcanzado a divisar de refilón por alguna ventana abierta a los Cuerpos sentados frente a las cajas eléctricas, tal como hacen en el Exterior cuando esas mismas cajas eléctricas, sólo que de mayor tamaño, están encendidas en las tiendas. Supone que los Cuerpos no deben hacer mucho más que ellos, pero siente un poco de curiosidad, un poco, pero no lo suficiente.

El Payaso siente hambre, sólo un poco, pero recuerda que no tiene provisiones, y se dirige a una de las tiendas, toma unas cuantas de esos empaques que contienen la comida insípida que devoran los Cuerpos, se dirige al mostrador y entrega al Cuerpo que recibe los papeles numerados unos cuantos de estos, el Cuerpo le entrega otros tantos sólo que de menor numeración con la misma indiferencia de siempre, sale y, sin embargo, sabe que esa comida es incapaz de saciarlo, quiere algo que exalte su lengua, que le entregue gustos que conmuevan sus sentidos, desea sentir la textura de lo que devora en su paladar, regocijarse con un alimento tibio que inunde su boca de placer.

Su cabeza divaga un poco cuando descubre que un Cuerpo se aleja del tumulto. ¿A dónde irá? ¿Qué impulso lo obligará a separarse del resto? En principio sólo es curiosidad, nada más que curiosidad, pero el Payaso decide seguirlo. Toman por una calle estrecha y desolada, el Payaso distingue una gruesa vara de metal en el suelo, la toma, en principio sólo es curiosidad, nada más que curiosidad. Al final de la calle estrecha distingue otro tumulto de Cuerpos circulando por la avenida que la corta perpendicularmente. Supone que debe ser un atajo entre ambas avenidas, el Cuerpo debe haber sentido un impulso de cambiar su recorrido, quizás, tan sólo quizás, no sean tan erráticos en su andar. Apura el paso para alcanzar al Cuerpo, en principio sólo es curiosidad, nada más que curiosidad, no tarda en emparejar al Cuerpo, son mucho más lentos que el Payaso, apenas logra ponerse a su par, se detiene y recuerda el deseo de sentir un sabor que exalte su sentido, alza la vara de metal con fuerza y la descarga con precisión en la frente de el Cuerpo que intenta emitir uno de esos sonidos agudos, pero el sonido queda inconcluso en el mismo instante que la vara abre su cabeza y choca contra el cráneo blanquecino que se escondía tras la carne magra y suavemente salada de el Cuerpo.

El Cuerpo cae sobre su espalda, el Payaso lanza más golpes hasta que la apertura es lo suficientemente grande para que el Jugo tibio y sabroso brote a borbotones de ella, el Payaso se lanza con desesperación y degusta cada gota, abre con sus manos aún un poco más la herida para poder beber el Jugo. Dos Cuerpos toman la misma calle estrecha en dirección contraria, por un momento piensa en huir, no sabe por qué, pero siente un impulso de huir y esconderse en el lugar más cercano, pero los Cuerpos pasan a su lado tan impávidos e inclementes como lo han hecho las otras veces.

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