domingo, 7 de febrero de 2010
Capítulo 23: El eterno retorno
El remisse me deja en la puerta del Hotel Oviedo, nos prometimos hacer un asado con Tincho para cuando vuelva a Rosario y pueda arreglar con el blondo, sabe que al Tripa le tengo prometida una bruta paliza desde hace diecisiete años, así que no es una combinación muy conveniente. Quizás, tan sólo quizás, sea que algunas cosas, simplemente, hay que enfrentarlas, decirse y enfrentarlas de una vez por todas. Tan sólo eso… ¿Cómo si fuese tan fácil?
El digamos que recepcionista se mantiene tan impertérrito como siempre, ni siquiera lo conmueve el poco particular hecho que alguna vez duerma en la habitación.
¿La extraño? No, me falta, que es distinto a extrañar, me falta, es una ausencia, sólo una puta indefinición, una indefinición que me tiene atado desde hace quince años. ¿Tendré que dar tantas vueltas para aceptarlo? Simplemente estoy atado a un punto X al que retorno permanentemente, a esa misma esquina dónde partió el taxi y me quede esperando a mañana saber de ella, hace quince años que estoy en el mismo puto lugar esperando a que llegue ese mañana y… No llega, solamente, no llega.
¿Será posible forzar un amanecer? Tan sólo arrancar la luna del cielo y subir a él un sol prístino e inclemente, que tan sólo sea mañana y no esta puta noche eterna o… esta puta noche a la que retorno eternamente.
Recuerdo el celular, nunca le envié el mensaje, con probar…
- ¿Cómo que quién soy…? Hija… ¿Qué hacés…? ¿Podés hacerte una cervecita mañana…? ¿A qué hora…? Dale… Ahí… ¿El bar de la Capilla? Sí, sí, lo conozco, me sorprende que siga abierto. Nos vemos, mañana… Agendá el número… Un beso.
Tan sólo arrancar la luna del cielo y subir a él un sol prístino e inclemente, que tan sólo sea mañana y no esta puta noche eterna.
No Response to "Capítulo 23: El eterno retorno"
Publicar un comentario