domingo, 7 de febrero de 2010
Capítulo 21: El Chapa
Decir que el aire podría cortarse con el filo tan sólo de una hoja de papel me resulta un lugar común, pero, en ocasiones, los lugares comunes son ineludibles. Si no fuese que hubiese mediado el efecto sorpresa de mi llegada y que el destino nos haya interpuesto a su mujer y a su hijo, que no entiende por qué su padre se mantiene tan callado, lo más probable es que su primera reacción hubiese sido lanzarme una furibunda puteada para luego proceder a darnos la soberana paliza que mutuamente nos debemos desde hace unos cuantos años… No vamos a decir que tal escenario me dejaría en el mejor lugar, pero, él, tanto como yo, sabe que si, algún día decidimos resolver ese pequeño temita, va a tener que matarme o, al menos, dejarme total y absolutamente inconsciente, casi al borde de un coma profundo, pues, conociéndonos hasta más de lo necesario, estamos perfectamente persuadidos que en el rubro de ser tarados y un tanto tercos, tenemos una suerte de empate técnico.
- Andrés, nosotros vamos a dormir una siesta. ¿Eh…?
Lo único que falta a la acotación de su esposa es algo así: “Los dejamos solos para ver si resuelven lo que sea que tienen que resolver…” Si digo que es una obviedad faltaría a la verdad, pues si se nos conoce bien a ambos, se sabría que podríamos quedarnos en estas mismas posiciones durante tres o cuatro meses sin emitir palabra.
- ¿Me invitás a sentarnos afuera…?
- Dale…
- Llevo, el tinto… ¿Eh…?
- Dale…
Cuándo le está dando vueltas a un asunto no suele emitir más de dos sílabas juntas y tiende a sacar la mandíbula, apretando los dientes y lanzando rápidas miradas de reojo. En eso, no cambió nada, tanto como yo no cambié en el arte de hacerme el boludo y devolverle las relojeadas con mi mejor expresión de “dejate de romper los huevos”. Parece que en mucho no cambiamos, y, si, por fin, vamos a resolver “esa cosa que tenemos que resolver” como desea la mitad de nuestros conocidos, mientras la otra mitad, que por distintas razones nos tiene montado en un testículo u ovario a alguno de los dos, siempre ha dicho: “Mejor que te diste cuenta que ESE era un hijo de puta”. En fin, lo que sea “esa cosa que tenemos que resolver”, algún día íbamos a tener que enfrentarla, aunque no crea que ninguno de los dos sepa exactamente que es “esa cosa que tenemos que resolver”, pero, como sea, si no hemos cambiado tanto, mejor vamos afuera porque la situación puede ser complicada más allá de que, el que gane la discusión, uno después esté de llorona en el velorio del otro. En fin, afuera hay menos cosas que se rompen…
Hay un juego de jardín, me siento, apoyo el vino y los vasos. Él se sienta en la otra punta de la mesa y clava la vista, asumo, en alguna hormiga que está transitando el césped.
- Linda casa…
- ¿Por…?
Bueno, parece que llego la puta hora.
- ¿Qué?
- Vos sabés la reputa que te…
- Chapa, independientemente de la frigidez o fiebre uterina de mi madre, lo cual, ciertamente, no es el tema que nos convoca.
- No te hagas el boludo, Marcos…
- ¿Cuánto hace que no militas, Chapa?
- ¿Qué mierda tiene que ver…?
- Vos no militas, yo no milito… ¿Vamos a discutir por eso? ¿Por militancia…? Mandé a la mierda a la Corriente, a vos no te hice nada. ¿Quedaste en el medio? Lo lamento. ¿Qué más querés que te diga?
- Vos siempre la haces fácil… Fácil para vos, la haces…
- Sí… Pero a mí me forrearon, echaron a mi pareja de donde vivía, no me dieron una puta discusión… ¿Qué te hice a vos? ¿Entonces? Yo no te pido explicaciones… ¿Me las vas a pedir vos a mí? ¿De qué…?
Baja la cabeza hasta casi meterla entre sus rodillas, gira hacia el otro lado y rebufa como un toro en el corral, si yo fuese otra persona, dentro de dos segundos me estaría poniendo una trompada en el medio de la geta.
- ¿Chapa…’
- ¿Qué…?
- ¿Te puedo decir algo…?
- Pasó mucho tiempo…. ¿Dieciséis, diecisiete años…? Es mucho… Si por esos hijos de puta ni conocí a tu hijo...
- Ah… Es culpa de…
- No… Si querés iba a la maternidad, cosa de juntarme con todos los vergas… Un momento bárbaro te iba a hacer pasar…
- En eso tenés razón, pero…
- Sí, sí… ¿Y vos también? Cuando la operaron a mi vieja del cuore, en vez de pegarme una llamada, le preguntabas al blondo… Cómo ser boludos, fuimos los dos… Y te agrego, me intente suicidar un par de veces, me casé, saqué mi libro… ¿Chapa, está? No está… Créeme que me hubiera gustado compartir bastante cositas este tiempo, hermano…
- O sea, qué me borré yo…
- No te pongás dramático… Haceme el favor… Cada uno tomó decisiones de mierda, se “olvidó” de comunicarle al otro que mierda pasaba y la cosa se nos fue al carajo… Punto.
No responde, saca la mandíbula y aprieta los dientes mientras busca perder la mirada en algún punto del césped, fiel a sus costumbres, me saca un cigarrillo sin pedir permiso y se guarda mi encendedor en el bolsillo.
- ¿Y por qué no militás…?
- El encendedor…
- Uh… Disculpá…
- ¿Querés qué te diga que estaba equivocado? ¿Qué no encontré un lugar más para militar? ¿Qué la Corriente tenía razón…?
- ¿Me querés forrear…?
- No, siempre fui forro así al natural, no es una cuestión así intencional… Soy forro.
Sonríe, así que empiezo a sospechar que zafé de la trompada.
- ¿Y vos, por qué dejaste?
- No tenía tiempo… Y cuando empezás a tener tiempo, ya perdiste… Ya no…
- Parecido, te alejas y… Un día ves qué… Como que no tenés pasión.
- Empezás a cambiar prioridades… Mi hijo, mi mujer, el laburo…
- Vos… Vos cambiaste prioridades.
- Bueno, pero… Tu mujer…
- Hace años que me divorcié. En el laburo… No necesito laburar para vivir y… Escribo, es fácil, te sale o no te sale. No me pueden romper mucho los huevos, vos habrás podido cambiar prioridades, yo…
- ¿Entonces qué?
- Pasión. Me desperté un día y no tenía…No hay más pasión, Chapa, no tengo.
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