miércoles, 20 de enero de 2010

Capítulo 20: Para qué mierda estoy acá?

Posted on 6:35 by Jorge

Y ya ni sé qué estaba buscando, si es lo que intentaba, tendré el agrado de ser el primero en decirme que lo he logrado. ¿Para qué mierda estoy acá? ¿Para buscar la misteriosa manera de continuar una novela donde su protagonista muere? ¿Para no dormir una perra noche en este hotelucho? ¿Para darme cuenta que me resulta agradable tirarme a mi ex, para encontrar una pendeja al azar, cogerla y, después, veinticuatro horas más tarde, dejarla sin que entienda muy bien por qué para poder irte con otra? ¿Era para garchar…? Podías hacerlo en Baires, Marcos, se supone que venías por otra cosa…
Vine a buscar una historia, pero lo cierto es que no estoy buscando ninguna historia, ni tan siquiera lo estoy intentando. ¿Qué buscás, Marcos, qué buscás?
Si la laptop hablara quizás tendrías una oportunidad que alguien te conteste, sería hasta aconsejable probar mejor suerte con el digamos que recepcionista, pero dudo que en su conspicua apatía pueda explicarte qué estás buscando. No, Marcos, quizás estás más cerca de perder la cordura que nunca, estás, total y francamente, perdido, extraviado… Te escapaste y ni tan siquiera sabés de qué, lo cual es un problema grave.
Son las nueve y media de un domingo cualquiera, apenas habiendo dormitado un par de horas y dandote cuenta que en una carpeta ostentosamente titulada “Tomá, Alejandro” has acumulado un número inverosímil de archivos de texto, lo cuales, sólo para una mente muy alienada quizás tendrían un remoto sentido. ¿Qué quizás sea tu Abaddón? En primer término, no sos Sábato, en una pizzería de la Boca le recogiste la gorra a los cuatro años, pero, ni por asomo, sos Sábato, ni tan siquiera se parece como escriben, tu único punto de contacto es la ni anecdótica gorra y la compartida capacidad para hacer que hasta el más hedonista pueda caer en una depresión profunda, tan profunda que roza el suicidio. Nada más, Marcos, nada más…
Bueno, sí, estoy rodeando algo, esquivandolo, y, cada vez que me acerco, busco alejarme con toda premura. Oteo el horizonte y busco la tangente más próxima, es cierto, pero el tema es por qué, estoy convencido que vine a buscar algo, el tema es que no sé que es ese algo, no puedo dimensionar ese algo, no puedo precisarlo…
¿O no te atreves, Marcos? No será que simplemente, no querés reconocer lo que estás buscando, desde que escribiste “La noche” hasta hoy, lo sabés muy bien, Marcos, lo tenés clarísimo, pero no vas a reconocerlo, simplemente, no vas a reconocerlo, Marcos…
No es eso, no es eso… No estaría en Rosario, sino… La iría a buscar y… La iría a buscar, punto. No estaría en Rosario…
¿Seguro?
Seguro, no… No estaría acá… ¿Por qué estaría acá?
Porque es dónde te quedaste esperando. Esperando hasta que no había nada que esperar y… No sé, quizás te entró la duda, si quizás estabas un poco más, si… No podés recuperar el tiempo perdido, no podés…
No, no es eso, no es eso solo…
¿Un avance? Empezás a darme la razón, Marcos.
No, no… No estoy esperando, no estoy esperando… Estoy… Bueno, ya voy a saber que estoy haciendo, ya voy a saberlo. Tengo que salir, tengo que salir… Tengo que hacer algo.
¿Te escapas…?
No me escapo, no me estoy escapando, ahora estoy seguro que no estoy escapando.
Atravieso por centésima vez a la deslucida recepción del Hotel Oviedo, repito el rito de seguir por Callao rumbo a Salta hasta encontrar un taxi, una tarea demasiado compleja un domingo por la mañana. No encuentro ninguno, aprovecho para comprar cigarrillos en el minimarket de la Estación de Servicio antes de cruzar esperando tener mejor suerte por Salta, efectivamente, no pasan más de cinco minutos hasta que aparece uno.
- A Ricardone…
- ¿Dónde…?
- Ricardone, el pueblo… La localidad…
- Mirá que te…
- No importa, tengo que llegar urgente, si agarrás por autopista mejor… Yo pago los peajes.
- Bueno…
Remonta Salta hasta Rodríguez, por Catamarca vuelve hasta Callao para agarrar el Túnel, Ingeniero Theddy, las Tres Vías, Rondeau, Sorrento para perderse por Casiano Casas hasta Circunvalación. Apenas emito palabra, tan sólo para saber si le molesta que fume. La autopista es el mejor sinónimo de la nada, casi doscientos kilómetros de asfalto sin más entretenimiento que sobrepasar un camión o un colectivo que viaja a Santa Fe, salimos en la AO 12, tres o cuatro kilómetros más y… En fin, tendré que encontrarlo…
- Entremos al centro del pueblo, ahí tengo que preguntar para llegar…
- Bueno…
Es un pueblo como tantos otros, tan triste, pacífico y aburrido como tantos otros. Un hombre, al que hace algunos años le hubiera dicho viejo, pero hoy no puedo sorprenderme que este mediando los cincuenta. El taxista frena ante mi indicación…
- Disculpe… Agnelo, Andrés Agnelo… ¿Sabría dónde vive?
- ¿Agnelo?
- Sí, la mujer se llama…
- Sí, ya sé… ¿Vió la Iglesia?
- Sí…
- Metale por esa… Cuatro cuadras y la… Segunda, tercer casita es… La tercera.
- Gracias.
Seguimos las indicaciones, antes de bajarme, extiendo dos billetes y no espero vuelto. Ahora, simplemente golpear y esperar encontrarlo… Un hombre con calvicie y algo excedido de peso abre la puerta.
- Hermanito…
Digo antes de abrazarlo.

No Response to "Capítulo 20: Para qué mierda estoy acá?"