viernes, 25 de diciembre de 2009

Método de escritura

Posted on 14:17 by Jorge


La última vez que había observado con cierta profundidad el retrato pintado en el ropero no tenía demasiada idea de adónde carajo iba su vida, ahora tampoco. Toma el bolso que pacientemente había cargado su espalda desde hacía rato y se dispone a desempacar con una sosa certeza de que quizás no sea la última vez que repita la misma acción
- ¿Ves? Siempre estoy volviendo... – afirma ante la inexpresiva mirada de su madre.
Nota que el gato, quizás, se encuentra un poco más rollizo que la última vez. Pero nada ha cambiado, las mismas paredes descascaradas, el mismo revoltijo de papeles y bultos fruto de unas cuantas idas y de otras tantas venidas.
- ¿Sabés, viejita? A veces pienso que soy el personaje de un tango. ¿Es loco, no? Fijate, hasta la voz crea clima, tengo la misma carraspera ronca que un guapo de arrabal. Je, je. Sería para reírse si no fuese tanta mierda junta...
Hoy no parece el día de las respuestas, ni tan siquiera las espera, simplemente arroja palabras hacia el aire, buscando algún objeto o persona en que reboten. Nota, como al pasar, que la comparación no es antojadiza, sorprendentemente, percibe sin estupor alguno, que ni objetos ni personas se diferencian con claridad en su mente. ¿Cuál es la diferencia? ¿Un cierto don vital, un cierto movimiento? No, no, los objetos también se mueven, basta que sean articulados, el problema sería determinar qué acciona tales movimientos... No sabe, tan simplemente lo desconoce, así, deduce que ambas categorías no son tan disímiles.
- ¿Querés un café...? – pregunta la madre sin cambiar lo inexpresivo de su mirada.
- Sí, dos cucharadas... mejor tres, de azúcar – responde casi sin prestar atención a las palabras desprendidas de su boca.
Queda a solas un instante y presta atención a algo que le viene molestando desde temprano, es como un tipeo frenético, sí, exactamente, como el golpeteo de los dedos contra las piezas plásticas de un teclado de computadora. No. Debe ser sólo su imaginación... Un segundo, ha escuchado tantos golpeteos como juraría que había en “no, debe ser sólo su imaginación”... Continúa, decididamente continúa ese mismo traqueteo como dedos frenéticos sobre teclas pálidas y deslucidas... No, no puede ser... ¿Pero, si es…? Podría probar, sabe que es ridículo, pero, bueno, siempre podría encontrarse algo más ridículo, sí, tal vez, una palabra corta, una de la que sepa exactamente cuantos golpes deben darse para escribirla, sí, por ejemplo...
- ¡Basta!
Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y... nueve.
- ¿Me llamaste...?
- No, no, vieja... Sólo pensaba en voz alta...
- Estas cada día un poco más loco, hijo... Bue’, dejate de joder, tomate el café y relajate. ¿Eh…? Ya ves como mañana todo se soluciona...
- Sí, sí... mañana vemos, ahora… ¿Me dejarías un rato solo?
- ¿Seguro?
- Sí, estoy bien, nada más necesito aclarar un poco el cerebro, dejame un rato solo. ¿Sí?
- Sí, sí, pero, cualquier cosa, me llamas. ¿Eh...?
- Sí, tranqui, tranqui...
Nueve, eran nueve. No puede ser, “basta” implicaría cinco golpes, aunque... Lo exclamó, así que serían siete, aún no basta, no, debe ser su imaginación, aunque el golpeteo se haga cada vez más palpable. ¿Pero no sería un diálogo? Entonces, requeriría un guión, entonces serían... Ocho. No, no basta. Pero, claro, el espacio entre el guión y el signo de admiración. Entonces… ¿Es cierto? No, no puede ser...
- ¿Hay alguien...?
Un silencio, se siente como un perfecto imbécil, lanza una carcajada al aire, pero el golpeteo retoma su intensidad frenética.
- ¿Por favor, hay alguien?
Otro silencio y un nuevo reinicio del golpeteo...
- Por favor, si alguien está haciendo ese ruido que me conteste, no quiero suponer que estoy loco...
Un nuevo silencio y...
- Sí, buenas tardes, supongo, para usted, creo que, sí, efectivamente, es de tarde...
- ¿Usted quién es...? – pregunta ante un voz que sólo él percibe.
- El narrador, supongo, diría que ese es mi oficio o mi función en esta historia.
- ¿Qué historia?
- Esta, o sea, creería, la suya...
- ¿La mía? ¿Cómo que la mía?
- En fin… Usted, digamos, sería... No quiero que se ofenda, pero, usted es mi personaje...
- Usted está completamente loco, yo soy real, no puedo ser un personaje...
- Sí, tal vez sea real, la verdad es que nunca profundicé en el funcionamiento de esto, quizás sea real, o... Quizás no. Nunca supe si invento los personajes o, más bien, son historias que rescato de algún lugar, diríamos… Del inconsciente. ¿Me entiende...?
- No, no puedo ser un personaje...
- Ya le dije que no sé si usted es exactamente un personaje… Pero funciona como tal en lo que estoy narrando, de lo contrario, uno de los dos está completamente loco, pero, si yo estoy loco, usted no existe y es un mero producto de mi imaginación, por tanto, si usted es real y esto es un producto demencial de alguno de nosotros, yo sería el imaginario y usted está hablando sólo. ¿Me entiende...?
- Sí, creo que sí, pero, no creo estar loco, entonces... ¿Esto sería real?
- Supongo... Es inusual, sin dudas, pero supongo que es real. ¿O no? Mire, no sé, no creo demasiado en estas cosas, pero según he escuchado, los científicos dicen que podría suceder, le pregunto, quizás... ¿No podría ser una singularidad cósmica, algo derivado de la relación espacio-tiempo, tal vez...?
- ¿Cómo podría saber eso? Pero, espere un segundo, digo, si yo fuera un personaje que usted ha creado, usted debería saber que conozco muy poca cosa de física, y, mucho menos, de la Teoría de la Relatividad y demás derivados...
- Sí, tendría razón, pero no soy demasiado exhaustivo con mis personajes, en realidad, suelo dejar que se vayan desarrollando, pero, sí, también es cierto, sospechaba que usted no sabría mucho de esos temas, simplemente, le preguntaba su opinión. Disculpe, si lo he ofendido de alguna manera, quizás le viniera bien un cigarrillo, le ofrecería un Parisiennes pero no veo la forma de alcanzárselo... ¿Ve? Ese es un detalle que prueba mi postura, mis personajes fuman siempre la misma marca que yo.
- Eso no descarta que usted sea producto de mi imaginación y que yo esté loco.
- Tiene razón, sin dudas... Pero, bueno, usted no es mi primer personaje, ni mi primer escrito, si tengo memoria de ello, estaría probando mi teoría... Si desea, podría leerle alguno de mis cuentos, tengo varios guardados en esta misma computadora, sólo tendría que esperar a que abra alguno de los archivos...
- No, deje, deje, tampoco prueba nada... Yo podría imaginármelo como un escritor que ha desarrollado muchos cuentos, en realidad no veo nada que pruebe su punto, o sea, que usted es real y que yo no estoy loco...
- Sí, es extraño, la verdad que es extraño.
- Espere, se me ocurre una idea, si usted está narrando una historia dónde yo soy un personaje, usted debería saber como termina, es decir, como termina esta historia...
- Sí, sí... Pero, ya le dije, no utilizo ese método de escritura...
- Bueno, toda historia tiene un inicio, un desarrollo y un final. ¿O no?
- Sí, comparto, de alguna manera, sí, sería inútil narrar una historia dónde no hay nada para ser contado, o, bueno, tal vez sería una idea brillante. ¿Quién sabe? En estos tiempos posmodernos… ¿No es cierto? Pero, bueno, no divaguemos, la verdad es que utilizo un método de escritura que no me permite adelantarme tanto al resultado...
- ¿Podría explicarse mejor?
- Digamos que primero me planteo una situación dónde ubico a un personaje, y, luego voy profundizado en ese personaje para ir hilvanando la historia, digamos que hago un poco las cosas al revés, es el personaje el que me va diciendo la historia. ¿Se entiende?
- Sí, creo que sí... Pero, no es precisamente la forma más práctica...
- Sin dudas, si usted me conociese, sabría que mi trayectoria como escritor es más bien una trayectoria hacia el fracaso.
- No lo dudo, pero, usted, dice que yo le tendría que ir diciendo mi propia historia. Sin embargo, la verdad es que no puedo decirme a mí mismo que haré en los próximos veinte segundos...
- No es relevante, no sé trata de que usted lo sepa, más bien de que yo lo intuya...
- Sí, claro, pero no me dice nada, tampoco explica nada...
- Bueno, la verdad, es que quizás, de alguna manera, yo busqué este encuentro... ¿Entiende? Quizás, no lo aseguro, fuera que no encontraba hacia donde se estaba dirigiendo la historia y busqué la manera de preguntarle, de alcanzar un mayor conocimiento del personaje... Tal vez, tal vez sea eso... ¿Dígame? ¿ Que lo motiva?
- ¿Cómo mierda voy a saberlo...?. No sé, rompí mi relación, estoy desorientado y... después de todo, usted es el escritor, usted debería saber como terminar una historia...
- Sí, claro, tiene razón...
- ¿Entonces, cómo termina?
- No sé, supongo que cuando encuentra un punto culminante, el problema pasa porque sepamos exactamente lo que estoy contando... Podría ser que usted se reencuentre con su pareja, pero, no, releyendo, esta no parece una historia romántica. Tal vez, usted emprende una suerte de camino iniciático donde descubre las verdadera importancia de la vida, pero… No, tampoco, creería que esto es más bien un cuento y eso sería ya una novela... Tal vez, sí, claro, estoy contando la historia de su desesperación, y...
- ¿Y...?
- No sé, no tengo la menor idea de cómo terminar la desesperación... ¿Con la esperanza? No, no, ya dije que eso sería tema de una novela, y, esto, es un cuento... Ya sé, usted debería morir, así culminaría y no tendría que soportarme más...
- Perdone, pero no tengo impulsos suicidas...
- No, está claro, vengo estudiándolo de hace un rato y he percibido eso... Pero, no se trata de un suicidio, simplemente, hablo de morir...
- ¿Simplemente?
- Sí, con esa simpleza propia de lo simple. Después de todo… ¿Qué otra cosa es la vida? Células que se van degenerando, agotando, pudriendo, y, digámoslo, simplemente, muriendo... La vida no es más que una larga muerte... Si se fija, la muerte es la más pura y sencilla desesperación, simplemente, se llega a un punto donde ya no puede esperarse más por nada, y, así, sin demasiados argumentos, se muere... Eso es el final de esta historia, nada más que eso...
- Pero...
- Gracias, encontré el final
- Pe...
De repente, sin más explicación, el hombre sintió un sopor angustiante, un dolor punzante en el centro de su pecho, y, así, en un ahogo, murió con tal cansancio que ni pudo emitir palabra...

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