viernes, 25 de diciembre de 2009

Fuga al Berlín

Posted on 10:46 by Jorge


Chapa se frota insistentemente los muslos a través del jean rotoso y hediondo que lleva puesto desde hace tres semanas, no le gusta el Fono, no le cabe la gente, no le va la onda y, al igual que yo, en estos momentos se pregunta por qué le siguió la corriente al enfermo de Tincho, rápidamente cruzamos una mirada, apuramos el trago de champán comprado por el Trasa y nos dirigimos hacia Tripa para proceder a comerle el coco hasta que arranque el Valiant rumbo al Berlín, miro el reloj y estamos a tiempo, son las 2, nuestro horario de ingreso habitual es a las 2 y media, en quince le comemos el coco, en quince llegamos y 2 y 35 estamos adentro. Perfecto.
- Qué embole… Son todos chetos – señalo a modo de puntapié inicial.
Nadie espera una reacción inmediata de Tripa, si le pusimos así, es, después de todo, porque siempre está hecho “tripa” y difícilmente sus neuronas embotadas puedan procesar tres cuartos de idea, sin embargo, la capacidad innata del Chapa para comer cocos es proverbial, incluso, frente a casos de descerebramiento que revisten la enorme importancia de este en particular.
- No se puede fumar… No se pue…
- ¡¡¡Berlín!!! – grita Tripa sin dejar que Chapa termine la frase.
Un guiño sutil se cruza entre Chapa y yo antes de repartir automáticamente las tareas. Chapa agarra a Tripa del forro del culo para llevarlo hasta el Valiant sin cruzarse con Tincho, mientras me encargo de lidiar con el brote histérico que Tincho tendrá seguramente cuando sepa que lo dejamos en banda, en el camino, comunico nuestra idea a Amargura que, sin dudar un segundo, adhiere a la campaña de la horda berlinesco-fumanchera para retirarse de este chetaje insufrible. Los argumentos histéricos de Tincho son siempre los mismos: “Si salimos todos juntos, nos vamos todos juntos. Ustedes siempre se cortan”. Luego viene un intercambio de puteadas donde le explico que el “todos juntos” de él incluye a varios que para mí no son más que meros conocidos y que pianto con mis “amigos”, remarcando el carácter de “amigos”, hacia un lugar donde me sienta cómodo, no como en este chetaje que le gusta sólo a él. Nos volvemos a carajear antes de saludarnos y escuchar el último “son unos putos”.
Cuando atravesamos la puerta con Amargura, Chapa ya metió a Tripa en el auto, mientras con su mano izquierda agita un porrón recién compradito en el kiosco de la esquina. “Vamo’, vamo’…” arenga como si estuviera en el paraavalanchas de Ñuls, no es necesaria tanta efusividad para que le quitemos el porrón de la mano y me entregue a la noble tarea de armar un canuto en el asiento trasero al mismo tiempo que Tripa arranca en un estado tal que cualquier persona en su sano juicio le impediría tomar un volante, pero, en fin, ninguno de los cuatro ocupantes del Valiant tiene en este momento juicio y mucho menos podrían calificarse de sanos.

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