domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 10: La incógnita basal

Posted on 16:44 by Jorge

¿Qué hago? Estoy buscando algo. ¿Qué busco? No sé, no sé… Supongo que algo debe haber quedado en este espacio que hoy me es ajeno sin llegar a serme extraño, quizás es sólo otro dislate de esta ciclotimia obstinada en guarecerse dentro mío. ¿Qué ha quedado? No sé, si lo supiera no lo estaría buscando así, a tientas, dando tumbos sin sentido, marcando un número de celular a puro impulso, un número de alguien que a cada trecho que avanza el taxi más dudo que pueda ayudarme a encontrarlo.
¿Por dónde empezar la búsqueda? Tablada. ¿Por qué Tablada? No sé, es el mismo dilema que reinicia convirtiéndose en hartazgo, quizás el mismo impulso que me ha llevado a marcar ese número casi al azar… ¿Casi? Sí, casi, porque el azar, simplemente, no existe.
Quiero intelectualizar esta irracionalidad, darle método, explicármela detalle a detalle, disfrazarla como un acto racional y medido aunque su realidad sea la de un impulso errático y desesperado. ¿Por qué Tablada? ¿Por qué Tablada…?
Tablada es una incógnita, es, incluso, la incógnita por antonomasia y… Precisamente eso estoy persiguiendo, una incógnita y nada mejor, para toparse con una incógnita, que recurrir a la fuente madre de todas ellas, a la incógnita basal: Tablada, una difusa franja de tierra que se extiende desde Boulevard 27 de Febrero hasta Avenida Uriburu y desde Avenida San Martín hasta el río, pero esos límites se desdibujan incesantemente, parece que la sombra de Tablada buscara extenderse más allá de Uriburu, rozando las fronteras del Saladillo y de la Avenida del Rosario, pero Tablada, también, se comprime, se fractura y desdibuja hacia su interior… No sólo por la eterna presencia de Villa Manuelita, qué es y no es Tablada, sino que esta lonja de tierra se resquebraja en realidades inconexas que algunas ocupan hasta Ayolas, otras desde Necochea al río, otras desde Ayacucho hacia San Martín y las más desesperadas de todas en el encierro que se produce entre Ayolas y Uriburu por un lado y entre Ayacucho y Grandoli por otro. Precisamente, en esa cerrazón desesperada busco internarme en un taxi que avanza con más dudas que certezas.
Esa parte o… Mejor dicho, esa Tablada, porque hay muchas Tabladas en un mismo designio de colectiva esquizofrenia, simplemente… No se ve, inmensos paredones, apenas cruzados por más remedos que calles, la ocultan de la vista y la disfrazan para que el viajero que se aventura hacia su interior se tope intempestivamente con su realidad, la realidad de una flor carnívora que cruelmente deglute y asfixia al distraído que traspasó su frontera, lenta e irremediablemente lo va digiriendo hacia su realidad tan confusa como violenta.
Es que las Tabladas son violentas, son necesariamente violentas, son fatalmente violentas. Su historia se remite a los albores de la población misma de este villorrio con grave hipertrofia que han llamado Rosario, dicen, incluso, que el General Belgrano pernoctó en el aparato digestivo de esta flor hambrienta cuando ideaba los colores de la bandera, pero, más acá, las Tabladas es un lugar de desterrados, de hombres y mujeres perdidos, gauchaje desplazado para emplearse en mataderos y curtiembres. Un lugar y un no lugar en una misma franja de espacio y de tiempo, una sinrazón, una contradicción y, en definitiva, una incógnita basal.
Sin embargo, decía es una incógnita basal y esa raíz de miseria y violencia que Rosa Wernicke describe en “Las colinas del hambre” no deja olvidar que por más hambrienta que sea, esta flor carnívora, sigue siendo una flor y es una flor más que bella que con su aroma ensueña a los hombres. Así como Belgrano imaginó la bandera en sus fauces, las Tabladas dieron jornadas heroicas en los días de la Resistencia Peronista, engendraron la Vigil y dieron un refugio, según cuentan, al Roby Santucho que, tras compartir algunos vinos con el Gringo Mena y Benito Urteaga, buscaba la sombra de un árbol para dormir la siesta al fresco, como buen santiagueño que era…Y las Tabladas de miseria y violencia son también las Tabladas que se unen en el tiempo por el sueño derrotado de dos hombres.
¿Qué busco? Mi propia incógnita ¿Dónde empezar? En la madre de toda incógnita.
El taxi dobla por Centeno cuando alcanzo a distinguir la caricaturesca pesadez del Gordo renegando con los candados que aún hoy sirven de cerradura al local.

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