viernes, 9 de octubre de 2009

Capítulo II: Marcos Sarría

Posted on 16:44 by Jorge

Alejandro Restrepo siempre ha señalado que un editor no debe preocuparse por otra cosa que no fuese vender el producto, o sea, el autor, y, en este caso particular, yo mismo. Recuerdo sus palabras mientras posa su estilo atildado en el improvisado escritorio y golpea sutilmente el micrófono con su dedo índice para pedir atención, la cual, fiel a su costumbre, no espera ni un instante antes de comenzar un discurso pretencioso, atiborrado de lugares comunes, vulgar demagogia y vana cursilería. Dice algo sobre un escritor contemporáneo que ha logrado abrir nuevos caminos en la literatura universal, según creo, pues la incipiente borrachera le juega una pasada bastante mala a mi entendimiento. La resbaladiza verba de Alejandro se torna algo insoportable, más cuando habla del vigor y magistralidad de un tipejo seguramente mediocre. Distingo la repulsiva figura de Manoel Henao y, sin casi dudarlo, asumo que se está refiriendo a ese charlatán de feria, sin embargo...

- Es un gusto para mí presentarles a Marcos Sarría, un Kafka de nuestros tiempos....

Esa conspicua mala predisposición que muestro en las presentaciones sufre un vertiginoso crecimiento ante semejante blasfemia, aún más cuando percibo los ampulosos aplausos de esa horda de emperifollados analfabetos. Lentamente marcho al patíbulo, intento pensar en las ventas más que en mi dignidad, pues, después de todo, una botella de “Coca-Cola” no debe poseer mucha dignidad que digamos. Una voz, pretendidamente erudita, señala algo así como “sin dudas su obra tiene giros kafkianos” ante una cuarentona a la cual bien podría pedirle el número su cirujano, si alguna vez decido quitar estas bolsas bajo mis ojos. Por un momento quedo admirado con el trabajo de ese galeno, por no decir que una erección algo incipiente se apodera de mi entrepierna, pero mi atención se posa sobre Henao... Aplaude casi enajenado mientras lanza un inconfundible gesto de aprobación a las palabras de Alejandro...
Farsante hijo de puta, no debe haber leído ni una mísera línea del maestro checo. Esa mala predisposición constante se va haciendo ira mientras apuro el tranco hacia el estrado y más aún cuando tomo el micrófono entre mis manos.

- ¿Por qué no se van todos un poquito a la puta que los remil parió, manga de soretes diarreicos, eh...?

No digo más, palpo la botella de vino que habita en mi gabardina y me dirijo raudo hacia la salida, todo al ritmo de los improperios que reparto a diestra y siniestra entre los asistentes, casi a modo de cortés saludo. Refreno mi marcha ante la cuarentona, tomo sus cimbreantes caderas y le estampo un furibundo beso a boca abierta. El jugueteo de su lengua en mi paladar precede a la sonora bofetada y al leve deslizamiento de una tarjeta personal en el bolsillo derecho de mi gabardina. “Vieja puta y reputa”, le digo ante el cómplice guiño de su ojo y lanzo un escupitajo a los pies del señor de pretendida erudición que la acompañaba.
Llegando a la puerta recuerdo que necesito vomitar, desde al menos media hora antes, lo cual hago sin inconvenientes, aunque siento sobre mis espaldas el adusto gesto de Alejandro y la inmensa felicidad de Henao pensando: “Ahora sí que la cagó del todo...”

No Response to "Capítulo II: Marcos Sarría"