martes, 27 de octubre de 2009

Capítulo VIII: Un soplo de aire oxidado

Posted on 16:39 by Jorge

El dormir es una tarea imposible, es uno de esos días en que no hay mucho movimiento así que el ómnibus ha salido con varios lugares vacíos, sigilosamente me desplace hasta el fondo, levante el apoyabrazos y extendí mi escasa anatomía entre ambos asientos, pero… Sí, el dormir es una tarea imposible. “Amanecido” me dirían en los barrios que ha conocido mi juventud, “pasado de rosca” estaría en el Pichincha en que crecí y estoy “desvelado” en los círculos de correctísimo castellano en que hoy simplemente transito. Me recuesto contra la ventana y abro la laptop intentando materializar en impulsos eléctricos esa idea que rebota sin forma ni definición entre las estrechas paredes de mi cráneo. Es inútil, no puedo dar con la herramienta, el significante, que me permita traducir esa imagen, ese impulso inasible… Me revolotea lo que diría Víctor de este arranque extemporáneo. “¿Qué mierda vas a buscar?” No sé, respondería que no sé, tan sólo eso.
¿Cerrar qué? ¿Qué busco cerrar? Perseguir figuras del pasado, entelequias que habitan en un recuerdo lejano que el paso de los años ni tan siquiera ha edulcorizado. Son sólo puntos que quedaron detenidos en un cruce de caminos, un paso por el que estuve en un instante dado, un instante del que hace al menos diez años he partido. ¿Qué busco cerrar? ¿Qué círculo? La cabeza se pierde y los dedos transitan furiosos sobre el teclado.
Nuestra literatura ha hecho centro en el mito del eterno retorno y, quizás… Sí, quizás de esto se trata, un retorno eterno a un punto, no importa que camino tomes, que decisión, siempre retornarás a ese punto marcado, quizás parezca un accidente, tan sólo un accidente, pero es el alfa-omega, una repetición inevitable, irreversible, quizás… Quizás pueda trastocarse, tan sólo, quizás, haya que deshacerse del punto, de la encrucijada marcada desde donde todo se repite… “Gira y revierte otra vez, para matarnos mejor…” Escribí en un pasado olvidado, en una servilleta o trozo de papel, una melodía entre dientes, un caleidoscopio de horrores… “Gira y revierte otra vez, para matarnos mejor…” Susurro y los dedos no pueden detenerse, rasgan el teclado, voraces escupen impulsos que se trastocan en una larga lista de letras, ni tan siquiera palabras, que brotan desde un fondo húmedo y oculto salpicando tu rostro con esa agua putrefacta, estancada y, sobre todo, pasada al olvido.
“Rasguido reptal, cabriola mortal en trapecios perdidos… Resto de retazos, retazo de restos que repiten sus días… Y estoy, viniendo de lejos… Y estoy, llegando del fondo de esta botella” Repite el traqueteo infernal de los dedos, estoy llegando, desde algún lugar estoy llegando… Extiendo el cursor hasta el icono de “Guardar” y, finalmente, un halo de sueño se apodera del sopor de mi cuerpo.
Parecen segundos, instantes antes de que el arrullo vibrante del ómnibus se detenga en algún punto que no distingo a través de mis ojos que se desperezan tras los anteojos, rasco la barba antes que mi diestra despeine mis canas, quisiera acomodar la melena justo antes de recordar que debo pasar por la peluquería. Apenas si puedo distinguir el metro setenta que separan el tope de mi cabeza a la punta de los pies, avizoro la laptop con su batería agotada que yace abandona sobre mi regazo, ruego haber guardado las líneas vomitadas por mis dedos antes de depositarla en su maletín, dejo que los ojos vuelvan a buscar un punto de referencia para su desconcierto. “26” reza el cartel que precede la andrajosa fisonomía de la Terminal “Mariano Moreno”. “¿Casa?” pregunta un rapto de inconcencia. “¿Casa?” responde un rapto de conciencia. Desando los diez o doce metros de ómnibus que me separan de la escalerilla antes de dejar que mis pulmones se atraganten con el aire oxidado que exuda esta ciudad que ha muerto antes de haber nacido.

No Response to "Capítulo VIII: Un soplo de aire oxidado"