jueves, 15 de octubre de 2009
Capítulo VI: Harry Houdini
Diez páginas incoherentes ha escupido el teclado casi sin pedirme permiso. ¿Tienen algún sentido oculto? No, son simples acotaciones, una suerte de bosquejo, de plan de ruta, pero que carecen de significante si no se realiza efectivamente el trayecto que une los distintos puntos bosquejados en el mapa.
Por enésima vez transito el camino a la cocina, por tercera vez me predispongo a preparar una nueva cafetera, abro la despensa y veo el omnipresente atado de “Parissiennes”, no fumo desde… Desde que presenté “La noche”, cerca de catorce años, sin embargo, puntualmente, cada mes, recambio el atado de “Parissiennes” que dejo en algún lugar asequible por si… “Simplemente por si” pienso mientras un cigarrillo ha salido del atado para encenderse en la hornalla y llega a mis labios.
El leve disfrute del humo corrompiendo mis pulmones es interrumpido por el trabajoso desperezarse al que es sometida la voluminosa anatomía de Víctor en el corto trayecto desde su habitación hasta aquí…
- Buen día…
No responde, atino a saber que está observando el cigarrillo cuando se encoje de hombros antes de perderse tras la puerta de la heladera. Parece inquieto, recuerdo un llamado por teléfono antes que se fuera a dormir, me parece que era… ¿Cómo mierda se llama su segunda esposa…? ¿Estela…? No, no, no… Estela era la primera, la segunda… ¡¡Alicia!! Mierda, me acordé. Quizás… Me esté volviendo un poquitín sensible con los años.
- ¿Problemas con la mensualidad?
Su rostro parece atrapado por la sorpresa, evidentemente, no está demasiado acostumbrado a que sus problemas sean algo a lo que les dedique un mínimo de mi atención.
- ¿Eh…? ¿Ahora querés que nuestra relación sea menos superflua?
- Che… Nada más te preguntaba, te veía medio… En fin… Qué se yo.
- Si te interesa… No, pará, digamos… ¿Te interesa?
- ¿Ni en lo más mínimo?
- Me lo imaginaba, pero te cuento igual. Ya que estamos.
- Dale, ni pienso escucharte.
- Ni que necesitases aclararlo, mirá, me llamó mi segunda mujer… ¿Qué se llama?
- Uno, es tu segunda ¡¡ex!! esposa, y, dos, se llama Estela.
- Casi, cerquita… Esa es la primera, la segunda es Alicia
No puedo evitar reírme
¿Sabés? Antes de abrir la bocota estuve tratando de acordarme y llegué a la absoluta convicción que su nombre era Alicia, pero… No hay caso, abrí la geta y boqueé Estela. ¿Seré demasiado pelotudo?
- Es otro tema, pedazo de egocéntrico, pero primero dejame terminar y después pasamos a esa discusión. ¿De acuerdo?
- De acuerdo
- Me rebotaron el cheque de la mensualidad, así que necesito que me aguantes hasta que cobre
- No hay quilombo, agarra la chequera y ponele la cifra… ¿Sabés donde tengo los “listos para el uso”?
- En el cajón de la mesita de luz izquierda…
- Están firmados. Llenalo y después arreglamos
Es un tipo prolijo, rebana lentamente el pan en partes exactamente idénticas y las acomoda sobre la tostadora siempre repitiendo el mismo exacto dibujo.
- Che, Víctor. ¿No pensaste que tenés un problema digamos que crónico?
- Sí, a eso se deben dos sesiones semanales de terapia. ¿A qué se debe tu súbito interés?
- No, me acorde que de las dos las dejaste cuando estaban embarazadas…
- Sí, ya sé, pero no las deje, todo lo contrario, me dieron una patada en el traste. Ambas. Será genético, cuando se quedan embrazadas del segundo hijo se dan cuenta que soy una clase irremediable de pelotudo.
- No… Pelotudo, no sos, sos como… ¿Demasiado bueno?
- ¿Estás bien, Marcos? Digo, me despertás a la madrugada para decirme que vas a hacer la segunda parte de una novela donde el protagonista se suicida, me levanto y te veo fumando, cosa que hace unos catorce años que haces y… Ahora, te preocupas por otra cosa que no seas vos. ¿Estás bien? ¿Intentas redimirte del hijo de puta egocéntrico que normalmente sos?
- Tampoco… Hijo de puta, lo que se dice hijo de puta. Soy complicado.
- Ya sé, ya sé… Igual te vas derechito al infierno, dejame que te lo aclare, yo sé que no sos un hijo de puta, aunque te trabajes mucho por ocultarlo, pero… Digamos. No soles tener espacio para otra cosa que no seas vos, por lo cual, tu súbito interés, me despierta sospechas no precisamente infundadas.
- Que no te entiendo… Te trataron como un perro y seguís siendo amigo, tenés una buena relación, no…
- Vos te encamas con Clara todavía… Hay cosas que te unen a una pareja que, después de un tiempo, son más importantes que las que te separaron, además que…
- ¿Además…?
- Qué quizás yo también busque que me tratasen así, carecí de huevos para dejarlas cuando ya no había pareja sino un puro cariño, quizás… Bueno, dame un pucho
Medito un segundo antes de percibir la incomodidad del silencio.
- ¿Soy tan hijo de puta egocéntrico? ¿Fijate si me equivoco? Soy tan egocéntrico que lo que opinen de mí resulta algo que me tiene absolutamente sin cuidado, a la vez, no es que lo que les pase o les deje de pasar al resto de la humanidad me friegue un huevo, simplemente, si no realizo un esfuerzo sobrehumano, es que ni me doy cuenta que les pasa algo. Acto seguido, pasan a odiarme por ser conspicuamente distante, pero, como todo al final de cuentas es circular, me friega un carajo lo que opinan de mí, así que no me hago problemas… Caso testigo. Clara. Me odia, pero también quiere que me la garche, yo quiero garcharla y… Todo lo otro, sencillo, no le doy importancia ni lugar.
- Marcos…
- ¿Sí?
- Decime cómo puedo querer tanto a una mierda como vos…
Me encojo de hombros y sonrió como cuando hacia una travesura de chico.
- Claro… Sos una mierda porque nunca sufriste por eso, nunca quisiste cambiarlo…
La ironía que se desliza entre los labios de Víctor acompaña a sus ojos posándose en la lejanía de la claraboya que ilumina pálidamente a la cocina.
- Porque vos también lo sos.
El portero eléctrico interrumpe el silencio que se sucede. Casi ni me despido de Víctor, voy apresurado hacia el ascensor y escapo. Otra vez, otra vez me escapo.
¿No podría haber hecho nada más?. ¿Realmente quería cambiar o simplemente aproveche la excusa para seguir siendo el mismo hijo de puta de siempre?. No sé, sinceramente, no sé.
Es gracioso, el remisero se parece un tanto a Groucho Marx, el problema de este pobre tipo pasa porque Groucho componía un personaje y él, el remissero, tiene que andar con esa cara de por vida.
- ¿Le molesta que fume?
- No, no... Al menos si me convida.
Prendo el cigarrillo.
En la noche de ese 29 de junio, hice la promesa de no sufrir más. ¡Bah!. No fue tan formal, tan sólo un sobreentendido. Nada más iba a desgarrarme porque nada más iba a interesarme, renuncie a la humanidad con la última lágrima caida. Costó mucho terminar de despreciar esta raza insoportable, alejarme de todas sus supercherías y tratar, al menos, de salvar a mí mismo de este infierno. Renací el 30 de junio, sin más prejuicios que la ausencia.
Así te acostumbras a muchas cosas, quizás, lo más difícil sea la soledad permanente, esa hija de puta distancia generada por lo diferente. Aprender a vivir con el atractivo salvaje generado por las bestias, porque eso, precisamente eso, era para el resto. Una bestia salvaje, una tromba y un fenómeno de circo, una atracción peligrosa, la misma que genera cualquier prohibición. Pero más compleja, porque de seguirla, de tornarse adicto a ella, implicaba hundirse en la inclemencia de un fluir que corroía al mundo...
Y fluía, fluía desesperado. Mi soledad era como el Paraná, largo y caudaloso, que tras millares de kilómetros, millares de soledades, se topa con un igual, con otro río, para fluir hermanados hacia el mar y su caudal inabarcable. Me torné acólito a la superficialidad del desprecio, a la inexpresiva insensibilidad y al sexo arrebatado, enérgico, casual, furtivo y sin más sentido que sí mismo, pero... Llegué a ella, simplemente llegué a ella, y...
- ¿Por dónde lo dejo?


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