miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un maldito reloj de péndulo

Posted on 6:05 by Jorge

Tic, tac, tic, tac... Tres de la mañana, hace dos horas resultaba inaudible, pero, ahora, cada oscilación se torna insoportable. Tic, tac, tic, tac... Podría decir que hasta se complace en impedir mi sueño, si tuviese rostro, seguramente, mostraría una sonrisa socarrona dibujada en sus labios.
Al menos, si pudiera encender la televisión o la radio, pero no son opciones aceptables. No, Cecilia se despertaría y no de muy buen humor. Lo mejor es intentar dormir, aunque, como toda solución, parece mejor en palabras que en hechos, al fin y al cabo, hace dos horas que ese reloj hijo de puta viene frustrando todos mis intentos en tal sentido.
Son... un, dos, tres, cua... cinco y seis. Dos horas, o sea, ciento veinte minutos, haciendo un promedio de... un pucho cada veinte minutos, bien, habrá que esperar, prender otro arruinaría el ritmo. No, pará, uno me lo fumé después del primer polvo, entonces habría que anular un cigarrillo. Joya, me prendo uno, después de todo, ¿qué clase de promedio es un pucho cada veinticuatro minutos?
Podría descolgarlo, salir al balcón y dejarlo caer con total impunidad. ¿Por qué no? Porque es de principios de siglo y sale un huevo de huevón. No, hay que bancárselo callado y esperar que se termine este cigarrillo. Rompiéndolo un poco, no estaría completamente roto, es decir, aún valdría su buen fangote. No, tampoco, mucho quilombo, Cecilia se despierta y me caga a puteadas.
- ¡Reloj y la concha de tu relojero!
- ¿Eh...?.
- No, eh... me tropecé con... esto, sí, con esto y... o sea, digamos, se me escapo, ¿viste?
- Sí, sí... Bueno, pero no hagas tanto despelote que quisiera dormir un...
- Sí, dormí, dormí. Yo no, no hago más, o sea, ¿eh...?.
Trola, ¿por qué no dormís en tu casa? Te instalas y tenés el tupé de romperme los huevos. Desde el lunes, ¡tres días, puta ojetuda! ¿Sabés qué mierda es un monoambiente?, ¿no se te cruza que el lugar es chiquito y hay espacio para uno solo? No, trola, no. ¡Es un bulo!, ¿cómo mierda hago para traerme una loca con vos instalada? ¡Trola!
¿Si me manda a la mierda? No, mejor no le digo nada, hay que rajarla con sutileza. En fin, ya estoy medio viejo como para volver a las pornos.
- ¿Qué hora es?
- Tres y... veinte. Me tengo que fumar un pucho.
- ¿Qué?
- Tres y veinte. Me tengo que fumar un pucho.
- ¿Tenés?
- Sí, promedio...
- ¿Promedio?
- Mañana te explico, deja...
- Hace lo que quieras, pero deja el culo quieto un segundo, ¿eh? Mañana, yo, sí trabajo. ¿Entendemos?
- No problem, darling. Total, me voy a comprar cigarrillos.
- El departamento es tuyo.
- Sí, ¿y...?
- Sería un poco ridículo que te rajes de acá. ¿Viste?
- ¡Ja, ja, ja! Regraciosa... ¿Tengo cara de boludo?
- Un poco, un poco...
- ¡Guau!, seguís recómica, loca. Vuelvo al toque, chau...
Sí, ¿y qué? Me rajo, puta, me voy de mamá. Chau Cecilia y chau reloj hinchapelotas. Cinco cuadras y tengo una camita esperando. Me rajo, ¿cuál es...?
Sí, ¿no? Un poquito boludo debo ser...

- Hola, vieja. Vine a dormir...
- Sí, me dí cuenta. La próxima vez, dejame una notita, ¿sí? Digo, si no es muy jodido...
- Bue’, tampoco para tanto.
- No, pero me despierto y encuentro este despelote, lo primero que pienso no es que el boludo de mi hijo vino a dormir. Digo...
- Yiddishe.
- Bien, ‘tá bien, está, pasa. ¿Pero, por qué me honráis con vuestra honorable presencia, hijo mío de mi alma?
- ¡Bah! Minas, quilombo... Lo de siempre.
- Pará. ¿Vivís con una mina? ¿Me mandaste la noticia por chasqui?
- No, no... Es un poco raro. ¿Querés tostadas?
- ¿Raro? Para vos no existe esa categoría, hijo de mi alma. ¿Quién es? ¿La chica esta...? ¿Cómo era que se llamaba...?
- No tengo la menor idea de lo que estas hablando. ¿Me decís si querés tostadas o no?
- Dale, tu novia... esa chica... Cecilia, sí, Cecilia.
- ¿Eh...? ¿Vos... cómo? Tincho o el boludo de Marcos, el dúo de los estómagos resfriados.
- Tincho. ¿Pero estás viviendo con tu novia o no?
- No. Primero, no es mi novia ni un orto, y, segundo, no, no vivo con la mina. Se instalo hace tres días, me hinche las pelotas y me vine, punto. ¡¿Querés o no querés tostadas?!
- ¿Por qué no la rajas?
- Es un poco complicado, vieja. ¿Las tostadas?
- Digo, si... La casa es tuya, no viven juntos...
- Sos facilista, vieja. Es más quilombo. ¿Entendés...?
- ¡Qué fácil ni qué fácil! ¿Esperás que haga el cambio de domicilio? Boludo.
- Tampoco es tan así... ¿Con manteca?
- Avivate, nene, vos dormís acá, ella en tu casa... Digo, dale la escritura y simplificas la historia. Boludo.
- Simplista, punto. ¿La tostadora?
- Una intenta darle educación, mandarlo a buenas escuelas... Pero, en fin, es boludo, salió al pelotudo del padre.
- ¡Al viejo no lo metas! No tenés porque meterlo, que no tiene nada que ver...
- Excepto que era boludo. Pero, por otro lado, pregunto, ¿esa mina no tendrá que trabajar o algo por el estilo?
- Sí, ¿por...?
- ¿Cómo pensás que va a salir del departamento? ¿Boludo?
- Tengo otro juego de llaves en... ¡La reputísima madre que me recontramil parió!
- Presente. ¿Boludo?
- No me bardees. ¿Puede ser...?
- Boludo...
- ¡Má’ sí! Las tostadas... Hacételas vos.
- No quiero tostadas. Boludo.
- Pe, pe... ¡La puta que te parió!
- Tu abuela. Boludo.
- Me voy a la mierda, y... Má’ sí...
- ¿Vas a vivir debajo de un puente? Después, avisame cual. Boludo.

“La indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás”, escribió Discepolo. Sí, viste, sí. Cuando andás medio fane, no hay vueltas, ni bola que te dagasan...
Bueno, por lo menos, dejó una nota. “Boludo”, bueno, tampoco está tan enojada. Todo bien, esta noche la invito a comer y que se venga a dormir, como... ¡¿Vengo haciendo desde el lunes?! Y... Sí, medio boludo soy...
Tic, tac, tic, tac...
- ¡Reloj y la concha de tu relojero!



Jorge Santiago Miranda Sanger

No Response to "Un maldito reloj de péndulo"