miércoles, 24 de septiembre de 2008
Siete en punto (amanecer hacia la ignorancia)
Posted on 5:58 by Jorge

Hace más de dos años que Pablito se despierta, cada día, exactamente a las seis, las seis de la mañana. Desintegra, sin pensar, ese sueño que le ha ocupado durante toda la noche… Bah, entre medianoche y las seis…
- ¿Qué hora es?
Siempre el mismo sueño, pero no alcanza a recordarlo.
- ¿Qué hora es…?
Al principio, algunos fragmentos, persistían en aferrarse a la memoria, pero él ya logro el olvido.
-¡Che, boludo!. ¿Qué mierda de hora es?
- Las seis, querida, son las seis.
- O.K., levantame antes de irte, ¿eh…?
- Sí, la seis, querida, son las seis…
Hace seis meses desde que Graciela se mudó. Eran novios desde chiquitos y, ahora que ambos tienen trabajo, se juntaron…¿Cuánto tiempo? Ya parece tanto tiempo.
¿Cuánto hace que no se pegan una buena cogida?. Una buena, de esas tan perfectas que reducen el mundo a dos cuerpos entrelazados. Una buena. No pinta desde que se reconciliaron, pero ya pasaron dos meses desde la última, que ni tan siquiera fue regular.
Antes tampoco cogían seguido, apenas tres o cuatro veces al mes, no más. Será como dice su viejo, con el tiempo, “la cosa esa del sexo”, pierde importancia…Aparte, “cogete a un yiro, la pareja es otra cosa”, es para otra cosa…
Ismael ya perdió la cuenta, la historieta debió empezar allá por los dieciocho. ¿Entonces, unos cinco años?… Días más, días menos. Hoy está feliz, ayer tuvo una chanquita, no es mucho, un par de mangos, pero… en fin, peor es nada.
Le duele la espalda, bastante, y tiene algo de hambre… si termino como a las once de la noche, de ponerse a cocinar, hoy no lo levantaban ni con orden del juez. Se compró un “sanguchito” con pinta de vencido, anoche, sólo comió eso.
La barriga, ahora, le empieza a molestar un poco. Y… sí, el “sanguchito” estaba pasado, “ese kiosko del Turco es una berretada”. Igual termina de vestirse, mirá si justo hoy se le presenta un laburo fijo… lo de las changas no camina más, “te reventás el lomo durante todo el día y, a la final, tenés para vivir medio”.
Sigue el dolor de panza, a “ese Turco hijo de puta” no le compra más nada. Con dolor o sin dolor, hay que llegar temprano al bar, si no, le agarran el diario y, cuando vas a hacer la cola, hay como mil tipos.
Lo de las changas no va más, entre puchos, bondis y morfi se va todo… Deslomarse todo el día para vivir medio.
Pablito va terminando de vestirse, un ojo vigila al café y el otro a las carpetas que pidieron en el laburo. Entre cosa y cosa, recordó un pedazo de sueño, pero ya lo olvidó. Debe obedecer debidamente a lo consciente. “¿Qué es eso del inconsciente y la mar en coche?. Pa’ qué te va a servir esa gilada”. Graciela se levanta para ir al baño.
-¿Te quedan cigarrillos?
- Son las seis… las seis cuarenta.
- Ya sé, pero te quedan cigarrillos o no.
- Las seis y cuarenta, mi amor.
- Pablo, oíme… Un segundo. ¿Te pasa algo?. No sé, no antendés, te pregunto y… Estás como perdido. Decime, decime si te anda pasando algo…
- Son las seis cuarenta, Graciela, dormí un ratito más, que yo te levanto. Son las seis y cuartenta.
En el diario no hay nada… un par de curros, bah, ventas. Ismael ya trabajo en eso, un par de veces… Una vez, la “empresa” desapareció antes de que él viera un mango. Al fin y al cabo, eso de las ventas es como una changa, y lo de las changas no va más.
- ¿Hay algo, pibe?
Don Emilio, el dueño del bar, lo conoce desde chico y siempre le deja leer los “clasificados” sin consumir.
- Nada, curros, porquerías de ventas…
- ¿Vas a ir?
- Sin laburo no como, Don Emilio…
- ¿Lo tenés a Bianco?
- ¿El albañil?. Sí.
- Mirá, tenía una changa y me dijo si conocía alguno para que lo ayudara, digo… Si querés, caete antes de las siete y cuarto por lo de Bianco, porque después ya piró.
No, no lo agarran más, para changas no lo agarran más. Deslomarse todo el día para vivir medio… Ni loco, no vale la pena. ¡Demasiada pena!. Aunque… Necesita la guita, vivir hoy, por lo menos, vivir medio día.
- Don Emilio, me dice bien donde queda lo de Bianco.
Pablito está esperando el bondi, ya no se acuerda nada del sueño, intenta sacarse una pelusita empecinada en quedarse sobre el traje.
Ismael va apurado, son quince cuadras y no tiene para el colectivo, ya deben ser como las siete, mejor apurarse.
Pablito lo ve venir y lleva la mano debajo del saco. “Con cómo están los chorros, mejor cuidarse”. Ismael también lo ve y hacia allá se dirige. “Le pido hora y, de paso, mangueó un pucho”.
- Buenas, ¿qué ho…?
Un estruendo seco que perfora el aire y se incrusta en las carnes
Ismael jamás terminó la frase, es más, parece difícil que pueda hablar de nuevo, al menos, mientras sus sesos permanezcan embarrados sobre la vidriera de la rotisería.
Pablito sigue ahí, parado con la “22” que compró hace una semana, después que le afanaron por tercera vez en la parada del colectivo.
La “22” deja salir un delgado hilo de humo, nunca pensó que un arma contribuyese a la contaminación ambiental.
- Son las siete, las siete en punto…
- ¿Qué hora es?
Siempre el mismo sueño, pero no alcanza a recordarlo.
- ¿Qué hora es…?
Al principio, algunos fragmentos, persistían en aferrarse a la memoria, pero él ya logro el olvido.
-¡Che, boludo!. ¿Qué mierda de hora es?
- Las seis, querida, son las seis.
- O.K., levantame antes de irte, ¿eh…?
- Sí, la seis, querida, son las seis…
Hace seis meses desde que Graciela se mudó. Eran novios desde chiquitos y, ahora que ambos tienen trabajo, se juntaron…¿Cuánto tiempo? Ya parece tanto tiempo.
¿Cuánto hace que no se pegan una buena cogida?. Una buena, de esas tan perfectas que reducen el mundo a dos cuerpos entrelazados. Una buena. No pinta desde que se reconciliaron, pero ya pasaron dos meses desde la última, que ni tan siquiera fue regular.
Antes tampoco cogían seguido, apenas tres o cuatro veces al mes, no más. Será como dice su viejo, con el tiempo, “la cosa esa del sexo”, pierde importancia…Aparte, “cogete a un yiro, la pareja es otra cosa”, es para otra cosa…
Ismael ya perdió la cuenta, la historieta debió empezar allá por los dieciocho. ¿Entonces, unos cinco años?… Días más, días menos. Hoy está feliz, ayer tuvo una chanquita, no es mucho, un par de mangos, pero… en fin, peor es nada.
Le duele la espalda, bastante, y tiene algo de hambre… si termino como a las once de la noche, de ponerse a cocinar, hoy no lo levantaban ni con orden del juez. Se compró un “sanguchito” con pinta de vencido, anoche, sólo comió eso.
La barriga, ahora, le empieza a molestar un poco. Y… sí, el “sanguchito” estaba pasado, “ese kiosko del Turco es una berretada”. Igual termina de vestirse, mirá si justo hoy se le presenta un laburo fijo… lo de las changas no camina más, “te reventás el lomo durante todo el día y, a la final, tenés para vivir medio”.
Sigue el dolor de panza, a “ese Turco hijo de puta” no le compra más nada. Con dolor o sin dolor, hay que llegar temprano al bar, si no, le agarran el diario y, cuando vas a hacer la cola, hay como mil tipos.
Lo de las changas no va más, entre puchos, bondis y morfi se va todo… Deslomarse todo el día para vivir medio.
Pablito va terminando de vestirse, un ojo vigila al café y el otro a las carpetas que pidieron en el laburo. Entre cosa y cosa, recordó un pedazo de sueño, pero ya lo olvidó. Debe obedecer debidamente a lo consciente. “¿Qué es eso del inconsciente y la mar en coche?. Pa’ qué te va a servir esa gilada”. Graciela se levanta para ir al baño.
-¿Te quedan cigarrillos?
- Son las seis… las seis cuarenta.
- Ya sé, pero te quedan cigarrillos o no.
- Las seis y cuarenta, mi amor.
- Pablo, oíme… Un segundo. ¿Te pasa algo?. No sé, no antendés, te pregunto y… Estás como perdido. Decime, decime si te anda pasando algo…
- Son las seis cuarenta, Graciela, dormí un ratito más, que yo te levanto. Son las seis y cuartenta.
En el diario no hay nada… un par de curros, bah, ventas. Ismael ya trabajo en eso, un par de veces… Una vez, la “empresa” desapareció antes de que él viera un mango. Al fin y al cabo, eso de las ventas es como una changa, y lo de las changas no va más.
- ¿Hay algo, pibe?
Don Emilio, el dueño del bar, lo conoce desde chico y siempre le deja leer los “clasificados” sin consumir.
- Nada, curros, porquerías de ventas…
- ¿Vas a ir?
- Sin laburo no como, Don Emilio…
- ¿Lo tenés a Bianco?
- ¿El albañil?. Sí.
- Mirá, tenía una changa y me dijo si conocía alguno para que lo ayudara, digo… Si querés, caete antes de las siete y cuarto por lo de Bianco, porque después ya piró.
No, no lo agarran más, para changas no lo agarran más. Deslomarse todo el día para vivir medio… Ni loco, no vale la pena. ¡Demasiada pena!. Aunque… Necesita la guita, vivir hoy, por lo menos, vivir medio día.
- Don Emilio, me dice bien donde queda lo de Bianco.
Pablito está esperando el bondi, ya no se acuerda nada del sueño, intenta sacarse una pelusita empecinada en quedarse sobre el traje.
Ismael va apurado, son quince cuadras y no tiene para el colectivo, ya deben ser como las siete, mejor apurarse.
Pablito lo ve venir y lleva la mano debajo del saco. “Con cómo están los chorros, mejor cuidarse”. Ismael también lo ve y hacia allá se dirige. “Le pido hora y, de paso, mangueó un pucho”.
- Buenas, ¿qué ho…?
Un estruendo seco que perfora el aire y se incrusta en las carnes
Ismael jamás terminó la frase, es más, parece difícil que pueda hablar de nuevo, al menos, mientras sus sesos permanezcan embarrados sobre la vidriera de la rotisería.
Pablito sigue ahí, parado con la “22” que compró hace una semana, después que le afanaron por tercera vez en la parada del colectivo.
La “22” deja salir un delgado hilo de humo, nunca pensó que un arma contribuyese a la contaminación ambiental.
- Son las siete, las siete en punto…
Jorge Santiago Miranda Sanger
Rosario, Agosto 30 de 1998
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